martes, 5 de julio de 2011

El sol oscuro

¿Recuerdas, amor, las risas y los ojos crepusculares  con los que me mirabas mientras me vestía, aguantando las burlas de ese tipo que estaba al otro lado del espejo? ¿Recuerdas la fusión de dos universos creando un microcosmos de sábas húmedas de sudor y alcohol? ¿Recuerdas, cariño, cuando reinventamos el diccionario y la gramática adaptándolos al idioma del deseo y la pasión? ¿Recuerdas cómo intentamos mezclar el cielo con la tierra, el tabaco y los besos, el café con la hiel?

Esto pensaba cuando recorría, en un sueño de vencejo, la mirada por toda Barcelona desde las baterías de la Rovira. Mi padre bajó desde el Carmelo, el 19 de Julio del 36, a unirse a los anarquistas para impedir el triunfo de la sublevación. Me comentó una vez que gracias a esas baterías se repelían los ataques de la aviación italiana sobre la zona noroeste de la ciudad. La Pasionaria profetizó que no pasarían pero pasaron. Y llegó un tiempo de silencio, en que media España tenía que estar callada ante la otra mitad.

Te conocí gracias a mi padre. Me llevó un día a la fábrica de refinado de aceite en la que trabajaba desde que finalizó la guerra –cómo se libró de represalias sería muy largo de explicar- y tú estabas en la oficina, de auxiliar administrativa. Fue allí donde se cruzaron nuestras miradas y al instante comprendí que mi vida cambiaría para siempre

¿Recuerdas, amor, la primera vez que conversamos? Me decías algo sobre tu trabajo pero yo no te escuchaba. Te acariciaba con la mirada tus labios de cereza, de un rojo tan intenso como las brasas que me escuecen en el corazón, y después descendía por tu cuello de alondra enamorada hasta deslizarme por tu escote a ver si hallaba el sol oscuro que prometía esconder.

Lo que así comenzó, terminó donde debía terminar, probando si el colchón podía resistir la pasión de un fin de semana. Y después la política, las revistas, la copa de europa y la rutina revueltos en el brillo de dos miradas adictas al encuentro. Y surgió algo parecido al amor.
Ahora que no estás, que te perdí en una estación de tren de los que nunca vuelven, me pregunto que hubiera sido de nosotros si hubiéramos continuado; alguien dijo: “el amor eterno dura tres años”.

De todas formas, aquí en estas baterías que fueron testigos de una lucha entre hermanos, esconderé el sol oscuro que encontré para que nadie me lo robe.

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